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La rueda rueda rueda que rueda

Un hombre bueno y sabio

Un hombre bueno y sabio No quisiera dejar pasar la ocasión de hacer mención a un hombre que, a día de hoy, se le sigue considerando sabio y bueno. Se cumple hoy el décimo aniversario de la muerte de Julio Caro Baroja, aunque para ser justos hay que poner delante el "Don" pues así merece ser tratado y considerado.
Por mi trabajo de cara al público, en las estaciones de autobuses de Pamplona y San Sebastián he visto muchas caras conocidas pero es la figura de este hombre la que más vívida y clara recuerdo pese al tiempo transcurido desde la última vez que lo ví. En aquella época trabajaba en otra empresa distinta a la actual y estaba destinado en su oficina de Donostia que, por su ubicación en la estación de autobuses, gozaba de una excelente vista sobre el Pº de Vizcaya. Don Julio, cuando pasaba temporadas en su caserón de Itzea, solía aparecer, de vez en cuando, por san Sebastián y lo hacía en autobús. Cogía "La Baztanesa" y otras veces el "Bidasotarra" para venir desde Vera de Bidasoa. Tras acabar su gestión, o el asunto que le había traído, se volvía a su casa a eso de media tarde. Tras coger el billete, se dedicaba a esperar la hora de la salida dando pequeños paseos a lo largo del Pº de Vizcaya, bajo las moreras, otras veces lo hacía al otro lado de la calle, paralelo al río Urumea. Iba y venía, una y otra vez, y así se pasaba un buen rato pues siempre aparecía con bastante tiempo de antelación a coger el bus. Yo, desde la oficina, lo observaba y me llamaba la atención su aspecto cuidado, siempre atildado y con un toque rancio y relamido. Era un hombre más alto que bajo y de porte elegante, con cierto aire de dandy inglés, que solía vestir una amplia gabardina, otras veces abrigo, y si era verano, pese al calor, vestía americana de paño con refuerzos en los codos. A veces se cubría con una amplía boina y también, con un sombrero verde tirolés, de los que tenían una pequeña pluma en un costado y que desde entonces no he visto a nadie usar. En ocasiones, se descubría la cabeza y con las manos en la espalda sujetando la txapela, se detenía, y observaba a los demás paseantes y viajeros. Muchas veces llevaba pajarita, algunas de vivo color, que junto a su sombrero y atuendo le daba un aire de intelectual distraido y ausente. Intelectual era, distraido y ausente no lo sé pues no lo traté, pero si sé que ha sido una figura señera para la cultura navarra, y vasca en general. Siempre oí decir a mi padre que este hombre, así como el Padre Barandiarán, había hecho por Navarra más que cualquier pintamonas que estaban en la Diputación Foral y se emocionaba viendo su documental "Navarra, cuatro estaciones" pues suyo era el texto y que rodó su hermano Pio. No sólo lo decía mi padre, sino que también lo digo yo. Creo que ha sido uno de los pocos hombres libres y honestos que hemos tenido en aquella época de transición política y en la que se convirtió en nuestra propia conciencia, más preocupado por cuidar su libertad, libre de todo programa político, que de trepar política o socialmente. En fin todo un ejemplo de independencia intelectual y de libertad de conciencia.

1 comentario

almena -

Me ha encantado conocer a D. Julio Caro Baroja a través de alguien que pudo verle con sus propios ojos. Sus lecturas me acercaron al mundo de la Inquisición, y de "Las brujas y su mundo", y de las persecuciones en Zugarramurdi...