Las mañanas de los domingos que no tengo que trabajar me suele gustar levantarme pronto y caminar un buen rato. Hay dos razones para ello. Una es que la ciudad está prácticamente desierta y es toda para mi. La otra es más pedestre ya que necesito hacer piernas para coger fondo y hacer el Camino de Santiago esta primavera sin tener que ir arrastrando la lengua. Esta mañana, despejada pero heladora, he estado haciendo unas preciosas fotos de las panorámicas que se ven desde las murallas, tanto hacia el monte San Cristobal (o Ezkaba), como hacia el Cabezón de Etxauri (o Sarbil). Al volver a casa, al mediodía, he pasado por el Parque de la Taconera y de pronto he tenido un "déjá vu", algo ya visto o vivido: han aparecido unos niños montando en bicicleta. Un nudo en la garganta casi ha hecho que no hiciese la foto pero es que esta imagen, la de los niños en bici en este Parque, me retrotrae a mi infancia. Hace muchos años, mi padre nos llevaba los domingos, a mis hermanas y a mi a este Parque, a enseñarnos a andar en bici. En lo que es hoy el "Cafe de Viena", creo que se llama así, había una vieja caseta de madera en donde un señor, que a mi me parecía muy mayor, alquilaba por horas bicicletas a los niños. Aquí aprendí a andar en bici y lo duro que es el suelo, ya que tras los primeros escarcedeos, me envalentonaba y acababa en el suelo, destrozándome las rodillas y las palmas de las manos con la gravilla que cubre los paseos de este Parque.
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