Peregrino
No soy dado a creer en las casualidades pero, a veces, se repiten, como si el azar estuviese jugando con uno. El otro día, Día del Libro, apareció olvidado un libro en el autobús y hoy, víspera de mi caminata hasta Santiago, he tenido que hacer de buen samaritano con un peregrino jacobeo.
Al llegar esta mañana a la Estación de Pamplona, encuentro en los andenes que un hombre de una cierta edad ya, cargado con una mochila, miraba los rótulos anunciadores de las empresas de autobuses y, a la vez, consultaba un papel que llevaba en la mano. La primera impresión ha sido que estaba despistado y no sabía donde dirigirse para comprar un billete de autobús, y al ver que iba a entrar en una zona reservada a los empleados de la estación, me he acercado a él y le he preguntado qué buscaba. Tras mirarme de arriba abajo y comprobar por mi uniforme que trabajaba en la Estación, en un español mal pronunciado con acento teutón, me dice: "Necesito volver a casa". Esto me ha desconcertado un poco, pues generalmente, los peregrinos que recalan por aquí, te suelen preguntar cual es el autobús que va a Roncesvalles, pues son gentes que van a iniciar desde allí su peregrinaje; otros, que se han despistado, te piden que les indiques cómo enlazar otra vez con el Camino, que pasa cerca de la Estación; otros, más prosáicos, te piden que les digas donde están los servicios. Ante esta respuesta, solo se me ha ocurrido decirle si le pasaba algo y qué necesitaba. En su aceptable español me ha dado a entender que sus rodillas ya no le respondían más, que sufría de artritis y le dolían mucho. Que tenía que volver a casa e ir al médico. Al preguntarle de donde era, me dice que era alemán, y me ha dicho de qué ciudad, pero no me sonaba y no la he retenido; que había empezado visitando la catedral de Colonia y tras enumerar una serie de ciudades había llegado a Mont-Saint-Michael, en Francia, y por otra serie de lugares entre ellos Tours y no sé qué sitios más, había alcanzado Roncesvalles y Pamplona, donde ya no se veía con fuerzas para continuar hasta Santiago. En fin, que llevaba más de dos meses de caminata encima. Tras indicarle que el autobús de Irún no salía hasta el mediodía, las 13,15 h., ha optado por ir a San Sebastián y desde aquí, mediante el Topo, el entrañable tren de vía estrecha que une Donostia y Hendaya, alcanzar la frontera y poder coger el TGV (el AVE francés, para entendernos) de las 17,00 h. y llegar a París. Al ir a subir al autobús le he pedido si me permitía hacerle una foto de espaldas, mostrando su mochila. El hombre, agradecido, dándome la mano y las gracias, se ha vuelto y me ha dejado hacer la foto.
Mañana empiezo yo la caminata jacobea. Mi compañero Paco me llevará a Roncesvalles, tras comer juntos en Saint-Jean-de-Pied-de Port, en donde pernoctaré en la Colegiata para empezar a caminar el viernes 13. Muchos me han preguntado el por qué me embarco en esta aventura y solo, y si soy sincero, no sé qué responderles. Desde joven he visto pasar peregrinos por Pamplona, sobre todo, tras empezar a trabajar en los autobuses y estar más en contacto con viajeros. Mi primer servicio fue entre Pamplona, Estella y Logroño, itinerario que coincide con el Camino Francés a Compostela, y esto fue hace muchos años, como unos 30. Yo veía, de vez en cuando, gente caminando por la carretera, pero no sabía a qué era debido, hasta que pregunté y me dijeron que eran peregrinos a Santiago. Entonces iban muy pocos y resultaban muy exótico y llamativo verlos; por ello, siempre quise emularlos.Me decía que alguna vez también iría andando a Santiago como iba aquella gentes, extranjeros en su mayoria, por no decir todos. Fue pasando el tiempo y por una cosa u otra esta caminata se iba demorando. Unas veces por pereza, otras porque surgían mejores opciones de vacaciones, otras veces por falta de tiempo, cuando no por falta de dinero, a veces, se me olvidaba el tema, en fín, que por una causa u otra pasaba el tiempo y no me decidía pero el come-come estaba ahí, como una asignatura pendiente, como una espina que había que sacar.
Este invierno pasado, el de los fríos y nieves, tras salir de la consulta médica y haber escuchado en boca del médico que estaba muy bien de salud, que tras muchos, muchos años, de tomar antirretrovirales estaba perfectamente, y que mantenía el VIH a raya, me vino a la cabeza el tema de Santiago, y a la vez, que acababa de cumplir los 50. ¡De esta no pasa!, me dije. ¿Qué mejor ocasión que dedicar estas vacaciones, cuando estoy en el medio siglo, a cumplir la vieja ilusión? Penserlo, decidirlo y empezar a prepararme caminando siempre que he tenido ocasión, para hacer fondo y habituarme a las largas marchas, fue todo uno. Decirlo a la familia y amigos fue otra cosa. Paco, mi compañero, al principio se cabreó, porque le suponía pasar sus vacaciones solo y a su aire, y como es un agonías y se agobia él solo, no sabe qué hacer, ni donde ir; después lo asumió y me ha dado todo su apoyo, aunque me ha hecho prometerle que le llame todos los días por teléfono, yo que no soy usuario de móvil, ya me veo buscando cabinas todo el trayecto, para contarle cómo voy y estoy. Mi madre, que si estoy loco, que eso es para los jóvenes, que no estoy para esos trotes, y así erre que erre, aunque ahora se ha hecho a la idea y solo me dice que no me olvide de tomar la mediación diaria. Las hermanas, una, Pilar, que haga lo que me dé la gana, que ya soy mayor, y que si necesito algo que le llame. La otra, Mª Antonia, médico ella, lo mismo que mi madre, que si las pastillas, que me tome la tensión de vez en cuando, que si esto, que si lo otro, en fin, los típicos coñazos de médico. Los amigos, bueno, estos como buenos amigos, que están para lo que haga falta. Así que con estas minbres me voy. Han pasado más de 30 años desde que me dije que iría a Santiago. El Camino, pese a ser el mismo, ha cambiado mucho. ya no es como antes. Ha perdido autenticidad y romanticismo. Ahora simplemente es el GR-65, un simple Sendero de Largo Recorrido, surcado por toda una panoplia de especímenes humanos. Pero es lo que hay, así es y así hay que aceptarlo.
Solo me queda decirme: ¡Buen camino, peregrino!
Al llegar esta mañana a la Estación de Pamplona, encuentro en los andenes que un hombre de una cierta edad ya, cargado con una mochila, miraba los rótulos anunciadores de las empresas de autobuses y, a la vez, consultaba un papel que llevaba en la mano. La primera impresión ha sido que estaba despistado y no sabía donde dirigirse para comprar un billete de autobús, y al ver que iba a entrar en una zona reservada a los empleados de la estación, me he acercado a él y le he preguntado qué buscaba. Tras mirarme de arriba abajo y comprobar por mi uniforme que trabajaba en la Estación, en un español mal pronunciado con acento teutón, me dice: "Necesito volver a casa". Esto me ha desconcertado un poco, pues generalmente, los peregrinos que recalan por aquí, te suelen preguntar cual es el autobús que va a Roncesvalles, pues son gentes que van a iniciar desde allí su peregrinaje; otros, que se han despistado, te piden que les indiques cómo enlazar otra vez con el Camino, que pasa cerca de la Estación; otros, más prosáicos, te piden que les digas donde están los servicios. Ante esta respuesta, solo se me ha ocurrido decirle si le pasaba algo y qué necesitaba. En su aceptable español me ha dado a entender que sus rodillas ya no le respondían más, que sufría de artritis y le dolían mucho. Que tenía que volver a casa e ir al médico. Al preguntarle de donde era, me dice que era alemán, y me ha dicho de qué ciudad, pero no me sonaba y no la he retenido; que había empezado visitando la catedral de Colonia y tras enumerar una serie de ciudades había llegado a Mont-Saint-Michael, en Francia, y por otra serie de lugares entre ellos Tours y no sé qué sitios más, había alcanzado Roncesvalles y Pamplona, donde ya no se veía con fuerzas para continuar hasta Santiago. En fin, que llevaba más de dos meses de caminata encima. Tras indicarle que el autobús de Irún no salía hasta el mediodía, las 13,15 h., ha optado por ir a San Sebastián y desde aquí, mediante el Topo, el entrañable tren de vía estrecha que une Donostia y Hendaya, alcanzar la frontera y poder coger el TGV (el AVE francés, para entendernos) de las 17,00 h. y llegar a París. Al ir a subir al autobús le he pedido si me permitía hacerle una foto de espaldas, mostrando su mochila. El hombre, agradecido, dándome la mano y las gracias, se ha vuelto y me ha dejado hacer la foto.
Mañana empiezo yo la caminata jacobea. Mi compañero Paco me llevará a Roncesvalles, tras comer juntos en Saint-Jean-de-Pied-de Port, en donde pernoctaré en la Colegiata para empezar a caminar el viernes 13. Muchos me han preguntado el por qué me embarco en esta aventura y solo, y si soy sincero, no sé qué responderles. Desde joven he visto pasar peregrinos por Pamplona, sobre todo, tras empezar a trabajar en los autobuses y estar más en contacto con viajeros. Mi primer servicio fue entre Pamplona, Estella y Logroño, itinerario que coincide con el Camino Francés a Compostela, y esto fue hace muchos años, como unos 30. Yo veía, de vez en cuando, gente caminando por la carretera, pero no sabía a qué era debido, hasta que pregunté y me dijeron que eran peregrinos a Santiago. Entonces iban muy pocos y resultaban muy exótico y llamativo verlos; por ello, siempre quise emularlos.Me decía que alguna vez también iría andando a Santiago como iba aquella gentes, extranjeros en su mayoria, por no decir todos. Fue pasando el tiempo y por una cosa u otra esta caminata se iba demorando. Unas veces por pereza, otras porque surgían mejores opciones de vacaciones, otras veces por falta de tiempo, cuando no por falta de dinero, a veces, se me olvidaba el tema, en fín, que por una causa u otra pasaba el tiempo y no me decidía pero el come-come estaba ahí, como una asignatura pendiente, como una espina que había que sacar.
Este invierno pasado, el de los fríos y nieves, tras salir de la consulta médica y haber escuchado en boca del médico que estaba muy bien de salud, que tras muchos, muchos años, de tomar antirretrovirales estaba perfectamente, y que mantenía el VIH a raya, me vino a la cabeza el tema de Santiago, y a la vez, que acababa de cumplir los 50. ¡De esta no pasa!, me dije. ¿Qué mejor ocasión que dedicar estas vacaciones, cuando estoy en el medio siglo, a cumplir la vieja ilusión? Penserlo, decidirlo y empezar a prepararme caminando siempre que he tenido ocasión, para hacer fondo y habituarme a las largas marchas, fue todo uno. Decirlo a la familia y amigos fue otra cosa. Paco, mi compañero, al principio se cabreó, porque le suponía pasar sus vacaciones solo y a su aire, y como es un agonías y se agobia él solo, no sabe qué hacer, ni donde ir; después lo asumió y me ha dado todo su apoyo, aunque me ha hecho prometerle que le llame todos los días por teléfono, yo que no soy usuario de móvil, ya me veo buscando cabinas todo el trayecto, para contarle cómo voy y estoy. Mi madre, que si estoy loco, que eso es para los jóvenes, que no estoy para esos trotes, y así erre que erre, aunque ahora se ha hecho a la idea y solo me dice que no me olvide de tomar la mediación diaria. Las hermanas, una, Pilar, que haga lo que me dé la gana, que ya soy mayor, y que si necesito algo que le llame. La otra, Mª Antonia, médico ella, lo mismo que mi madre, que si las pastillas, que me tome la tensión de vez en cuando, que si esto, que si lo otro, en fin, los típicos coñazos de médico. Los amigos, bueno, estos como buenos amigos, que están para lo que haga falta. Así que con estas minbres me voy. Han pasado más de 30 años desde que me dije que iría a Santiago. El Camino, pese a ser el mismo, ha cambiado mucho. ya no es como antes. Ha perdido autenticidad y romanticismo. Ahora simplemente es el GR-65, un simple Sendero de Largo Recorrido, surcado por toda una panoplia de especímenes humanos. Pero es lo que hay, así es y así hay que aceptarlo.
Solo me queda decirme: ¡Buen camino, peregrino!
5 comentarios
Antonio -
Roberto Zucco -
nubolari -
Buen camino, peregrino, que te traiga todo lo que buscas.
Una mirada... -
Feliz marcha y pies alados.
Saludos cordiales.
Gratal
Grial -
Un beso :)